sábado, 5 de abril de 2014

25 AÑOS EN MARISTAK

Ya sé que 25 años, hablando en general, son muchos años. Pero, en mi caso, os lo prometo, os lo juro, os lo digo, han sido como un suspiro, como un soplo. Y ha sido así porque he sido feliz en mi trabajo. Nunca podría entender mi trabajo sin disfrutar de él; no podría soportar tener que ir tachando los días que ya han transcurrido para celebrar que me quedan cada vez menos días. He mirado cómo sucedían los días con pena porque cada vez quedaban menos. Y ahora, sigue siendo así pero con mayor velocidad.

Siempre he pensado que nada merece la pena si el esfuerzo por conseguirlo no se hace desde la satisfacción, desde el convencimiento y desde la felicidad. Y eso hay que trabajarlo, amigos míos, hay que trabajarlo.  Mi terna de trabajo ha sido ir avanzando:

Imponer. Imponer es fácil, es tentador, es rápido pero pertenece a un estilo de trabajo frágil, inseguro, insoportable y efímero.

Convencer. Qué difícil es convencer, cuánta argumentación se necesita, cuánta paciencia, templanza, cuántos resultados hay que mostrar y demostrar, cuánta energía y esfuerzo hay que dedicar a tratar de ser convincente, a ser creíble. Hay que tenerlo muy claro para dedicar tiempo a perder el tiempo en eso. Convencer, a diferencia de imponer, pertenece a un estilo de trabajo sólido, seguro, agradable, imperecedero.

Ilusionar. Imponer, convencer, ilusionar. No hay labor ni camino más prioritario que tratar de ilusionar a las personas en su trabajo. Ni aunque sólo lo consideremos desde el punto de vista económico. Tener una plantilla feliz es económicamente rentable. Tener una plantilla feliz sí que es un reto: enfocar tu trabajo, todo tu trabajo, todos los problemas de tu trabajo para tratar de ilusionar a las personas que trabajan contigo. ¿Os imagináis cada uno de vosotros, de vosotras contestando sí a la pregunta de si te ilusiona tal proyecto, tal reto? Solo entonces seremos poderosos, invencibles. No habrá cataclismo que nos haga caer.
Pero no es tan sencillo;  hay muchos demonios en nosotros y también ahí fuera, además, hay tentaciones, hay inercias, hay … Iba a decir que es importante que cada uno asuma su responsabilidad en su trabajo pero, solo eso, yo, al menos, estoy convencido, de que no es suficiente. Yo no quiero que mi trabajo sea un listado de responsabilidades y de tareas a realizar, quiero más, quiero respirar, quiero vivir, quiero ser feliz. Por eso iba a decir que es imprescindible que cada uno se plantee el trabajo desde la exigencia de la felicidad, bendita paradoja.

El lunes celebramos la IV Edición de los premios HETEL y, mi intervención va a empezar así: Tenemos mucha suerte de trabajar en la Formación Profesional Vasca. Un mundo apasionante, cercano a los jóvenes, a las empresas, a la innovación, y por qué no, a los riesgos que ésta conlleva, cercana a la ciudadanía, y, lo mejor de todo, inagotable en retos. Y luego sigue pero esa es otra historia.

Nunca me cansaré de decir, en privado o en público, que este centro sois vosotros, vosotras; si vosotros sois felices el centro es feliz y si el centro es feliz, ni todas las hordas de orcos juntos derribarán sus muros. Yo ya llevo un recorrido y, cada día que pasa, no solamente lo tengo más claro sino que creo que es una temeridad y una irresponsabilidad no darse cuenta de ello. ¿Cómo podríamos innovar desde la infelicidad? Yo no quiero una innovación con virus.

Yo no creo en los ºC sino en los km/h. Es decir, no creo en la temperatura del culo como unidad de medida o indicador del trabajo. En lo que yo creo es en la velocidad del aire que se crea al moverse para colaborar, para aliarse, en la velocidad del aire que se crea al mover los brazos para festejar los éxitos, en la velocidad del aire que se crea al volver a levantarse con rapidez de los fracasos.

Dejarme que os cite un texto de Jorge Wagensberg, (actual director científico de la Fundación La Caixa y un tipo singular) que ahora mismo lo tengo como mantra y que yo nunca lo habría podido describir mejor. Se titula el habitante de la frontera y ya lo envié a los directores  y directoras de nuestros centros de HETEL. Lo voy a leer lento para que lo podáis disfrutar un poco más. Se titula el habitante de la  frontera y es simplemente un párrafo. El habitante de la frontera.

«El habitante de la frontera está abierto a la innovación, está dispuesto a correr riesgos, a perder tiempo, a renunciar a los privilegios de la antigüedad y la experiencia; mantiene el temple en la soledad, es generoso con el adversario, noble en la competencia, pierde con facilidad el sentido del ridículo pero nunca el sentido del humor, y está bregado en mil aventuras contra la incertidumbre a golpe de conocimiento».

Y yo sé que las personas de Maristak de Durango sois, somos habitantes de la frontera, diferentes al resto. Somos mejores, somos los mejores. No perdáis de vista nunca, pero nunca nunca, hasta en los días en que te cagas en todo, la suerte que tenéis de estar aquí, por tener la oportunidad de mostrar cada día vuestra honestidad y vuestra profesionalidad; no perdáis de vista nunca, pero nunca nunca que trabajar desde la felicidad no solamente se puede sino que se debe, que es responsabilidad de todos o que, dicho de otra forma, sería una enorme irresponsabilidad, incluso rozando el delito, no tratar de colaborar en hacer más felices a las personas de nuestro alrededor, de nuestro Centro.

Eskerrik asko lagunak.




2 comentarios:

  1. Zorionak Julen por los 25 años y por el artículo. Toda una declaración de intenciones que me ha aportado un gran soplo de aire fresco.

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  2. Eskerrik asko zuri Julen! Danok emozionatu ginen zu entzuterakoan! Niretzako oso hitz politak izan ziren!

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