Cada vez estoy más convencido de que son las acciones (y las ausencias de ellas) de cada día las que verdaderamente conforman el sistema de reconocimiento de una organización. Las personas valoramos mucho eso que, tal vez erróneamente, llamamos los pequeños detalles del día a día: ayudar antes de que te demanden esa ayuda, apoyar sin fisuras la decisión de un compañero, aplaudir las buenas decisiones de las personas, escuchar y agradecer con naturalidad las propuestas ajenas, …
Vendrán los reconocimientos establecidos en el proceso
correspondiente (y, no digo que no puedan tener también su influencia positiva)
pero son esos “pequeños” detalles los que realmente van a tener un efecto capital
en las personas. No solamente tenemos que cuidarlos sino que deben convertirse
en los átomos del reconocimiento, es decir, en la parte fundamental que irá
conformando la relación con las personas. Si no hay átomos no hay materia.
Pongamos los cinco sentidos en esos detalles.