A la hora de diseñar la planificación de
acciones a desarrollar en un proyecto, en una estrategia, en… en algunos
momentos nos encontramos con que nos animamos a plantear la ejecución de varias
acciones en paralelo, o en un lapso corto de tiempo. Y lo hacemos así porque
nos vemos con el conocimiento suficiente y el ánimo necesario para planearlo de
esa manera. Y, de hecho, no nos achanta el esfuerzo que hay que realizar para
cumplir con esa planificación tan exigente, seguimos adelante y cumplimos con
el compromiso.
Pero, ¿no os ocurre que, aunque
cumplamos con ese compromiso contraído en la planificación, parece que no ha
tenido valor ese esfuerzo, que poca gente lo percibe así, que incluso ponemos
el listón muy alto para próximas planificaciones? Ojo, no estoy diciendo, ni
mucho menos, que bajemos el ritmo de trabajo, que nos relajemos, que…
Creo que es importante gestionar
adecuadamente el ritmo personal, el ritmo de la organización, es muy importante
gestionar la progresividad.
En lugar de plantear esas acciones
paralelas, identificar, fijar, ejecutar una acción, expresar con convicción su
realización y el cumplimiento del hito; y, tras ello, y sin que pase más que el
tiempo estrictamente necesario, planificar la segunda acción planteándola como
una fase consecutiva a la anterior. Esto dará sensación de avance en la
organización, dará tiempo para saborear los éxitos, dará espacio para que las
personas perciban esfuerzo, seguimiento y coherencia.
Insisto, no se trata de bajar el ritmo
de gestión de la organización sino de gestionar de otra manera, mucha más
sólida, utilizando la variable tiempo de otra forma, una gestión más
progresiva.