sábado, 27 de abril de 2013

GESTIONAR EL CORREO


Me refiero a una obviedad cuando digo que los responsables de las organizaciones suelen tener una tarea diaria inexcusable como la que representa gestionar su correo. Pero, en esta tarea, más o menos mecánica, rutinaria, se esconde todo un mundo de conexiones que finalizan, curiosamente, en las personas de la organización.
No estoy haciendo alusión únicamente a que pueda tratarse de saber dar salida a tanto requerimiento, sino que, no lo olvidemos, en la mayoría de los casos, quien envía un email a un responsable de la organización considera importante su correo. Por ello, no contestar a los correos no conlleva solamente retrasos de carácter técnico, que, ojo, también puede traer consecuencias nefastas para la organización (incumplimiento de plazos, desinformación, pérdida de contactos,…), sino, y, lo que para mí es la gran consecuencia de la mala gestión de los correos, la pérdida de sensación de escucha, de credibilidad y de confianza de las personas en los líderes.

Una mala gestión de una pequeña tarea mecánica desemboca en el abandono de la ilusión de las personas de la organización.
Una persona que envía un correo (importante para ella, reitero) a un responsable necesita una respuesta rápida, corta o larga, abreviada o extensa, positiva o negativa, agradeciendo siempre. No hay excusas de ningún tipo para la no lectura, para la no respuesta, ni la falta de tiempo ni gaitas. No hay excusa para un buen líder. Para un líder que no es tal habrá treinta mil. Porque si se encuentra una justificación para retrasar una respuesta, se abre la puerta de la espera y las personas percibirán, además de ineficacia por los malos resultados derivados, dejadez, desinterés por las preocupaciones de las personas, lejanía, en definitiva, sensación de una gestión alejada de las personas.

Ay, el correo.

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