domingo, 27 de febrero de 2011

LA PRUEBA DEL 9


Hace unos días, a raíz de una reunión de trabajo, surgió en el debate una idea que me hizo pensar y que os la traslado junto con mi reflexión.

Cuando una organización recaba información, diseña una planificación, establece una secuenciación, unos objetivos, unas medidas, referentes a un plan, por ejemplo un plan estratégico, un proyecto, un plan de innovación, etc, siempre pensamos que esos pasos deben responder a un guión, a una estructuración, a un proceso perfectamente definido. En algunos casos suele ser así. En otros, en cambio, o no hay un proceso para ello o, de existir, se trata de un proceso ineficaz, con muchos puntos débiles (no se impulsa la participación de las personas en la elaboración de ese plan, no se recaba toda la información, …).

Pero fijémonos en los primeros, en las organizaciones que suelen utilizar un proceso que, en principio, puede parecer eficaz. Después de ejecutar todos sus pasos con rigor y con profesionalidad, e incluso, de informar a las personas, de presentar el proyecto, de colgarlo en la intranet, de … cabe (y esta es la idea a la que hago referencia al inicio) preguntarse si este plan genera ilusión en las personas. ¿Qué ocurriría si la respuesta de las personas a esta pregunta fuese negativa? Pensarlo porque es muy importante.

¿Os iamgináis unas respuestas como: Es un plan que está bien, parece que puede funcionar, hay algunos retos interesantes, es un buen trabajo, lo han presentado bien... pero no me ilusiona ¿Creéis que es solo cuestión de marketing o de comunicación?

Si la respuesta no es positiva, el plan no tendrá éxito, ni lo dudéis. Bueno, hay organizaciones que ni se les pasa por la cabeza el que tengan siquiera que preguntar esto a las personas. Luego se sorprenden de que el camino resulte tortuoso.

Por eso, la pregunta ¿Te genera ilusión el Plan? que dirijáis a las personas tendremos que hacérnosla al inicio de todo, en el primer paso del proceso, y debe ser el faro que alumbre nuestras acciones posteriores, para que al final no nos llevemos ninguna desilusión.

Es la prueba del nueve.

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